Hace tiempo converso con mucha gente respecto al cine.
Sí, de repente han aparecido en mi vida una cantidad de cinéfilos (Aficionados y expertos) impresionante.
Lo que me llama poderosamente la atención es que, independiente de su nivel de conocimiento respecto al tema en cuestión, todos tienen en su mente la película de Michael Gondry, ya sea porque la han visto o porque quieren verla.
A mi también me marcó, pero más que la trama en si, que es genial (Viniendo de la mente de Charlie Kauffman que más se puede esperar), la música, escrita por Jon Brion, el mismo que escribió algunos temas para la película Magnolia, es lejos un deleite para los oídos.
Sus acordes limpios, traviesos a veces y melancólicos en ocasiones tienen en sus manos darle el dramatismo y la esencia necesarios para que la película de Gondry se transforme en lo que es finalmente, una forma novedosa de ver el drama de la ruptura en una pareja que de un día para otro simplemente no se soporta.
Tal vez me equivoque en mi apreciación, pero para mi la música de Brion en esta película es lejos el veneno y a la vez el antídoto de lo que es para cada uno de nosotros como seres humanos, el olvidar y el sanarse lentamente de los dolores.
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