jueves, 2 de agosto de 2007

CLÁSICOS Y CULTO: El marqués de Sade según Pasolini


Salo o los 120 días de Sodoma (1975)
Director: Pier Paolo Pasolini


Pasolini nunca quiso pasar inadvertido, de eso no cabe duda. Su visión controversial respecto al bien y el mal, la religión y el ateísmo siempre fueron su sello a la hora de estrenar un nuevo trabajo en la pantalla grande. Por eso, para nosotros, Salo o los 120 días de Sodoma, no fue la excepción, primero porque fue una de sus obras más escabrosas y controversiales, basada en varios relatos del históricamente díscolo y erotizante Marqués de Sade (Llevados a un escenario moderno). Segundo porque esta fue su última película, pues días antes de su estreno fue asesinado en extrañas circunstancias.
La trama se centra en la Italia Fascista durante el período conocido como La República de Saló (un gobierno al mando de Mussolini establecido en el norte de Italia durante 1944, cuando la II Guerra Mundial dividió a Italia en el Reino del Sur bajo el mando de Badoglio y esta República de Saló).
Un grupo de jerarcas fascistas selecciona a 18 jóvenes vírgenes(9 chicas y 9 chicos) para conducir una suerte de experimento dirigido a confirmar la afirmación de que:

"Todo lo excesivo es bueno".

Se encierran en un recluída villa donde planean vivir de orgía en orgía. Los jóvenes comienzan a ser violados, degradados, torturados y sometidos a mil perversiones.
La película está dividida en tres capítulos:

- El Círculo de la Obsesión: Muestra el primer escalafón en el descenso hacia la abyección de estos jerarcas, y es cuando se dedican a realizar todo tipo de actos sexuales, sin distinguir hombres o mujeres.

- El Círculo de la Mierda: Se comienzan a mezclar las fantasías eróticas con una escatológica costumbre de sentir excitación a través de la ingesta de excremento.

- El Círculo de la Sangre: Es el final, la última fase de degeneración, en que se compara la fascinación y placer de la víctima de un violador (que puede repetir su acto innumerables veces) y el de la víctima de un verdugo (que solo puede ser ejecutado una sola vez). Sin embargo, la muerte sería buena, porque libera a la víctima de sufrimiento. El placer es en cambio el de la tortura y la mutilación de las personas.

Tomando en cuenta todo lo anteriormente expuesto concluímos que nos encontramos ante un espectáculo bizarro e incluso atemorizante, apto sólo para mentes que puedan entender y soportar conocer hasta que punto es capaz de llegar la perversión humana con tal de saciar sus instintos más oscuros. Pasolini plantea sus escenas sin el menor sentido de pudor o de afecto por la sensibilidad del espectador.
La historia claramente ejemplifica una anécdota real, que es la de la relación entre los gobernantes y poderosos (el grupo de jerarcas) con los representantes del pueblo (los adolescentes). Los primeros, corrompen y sodomizan a sus prisioneros, sin más límite que el de sus pasiones y obsesiones. Incluso se hacen violar por los representantes de la policía (unos jóvenes camisas negras). Los segundos, son degradados hasta límites insospechados, en que incluso comienzan a delatar cobardemente a aquellos de sus compañeros que inflingen las reglas.
A pesar de que el sentido de la historia es noble (no se refiere solo al régimen fascista, sino a cualquier sociedad democrática moderna), Pasolini (su padre había sido oficial fascista; él mismo había sido acusado de corrupción de menores en 1947, y era ateo, comunista y homosexual) supera en su película límites de brutalidad y grotesco.

¿Se podía decir lo mismo sin tanta abyección?

¿Sería fiel al sentido que quiso Sade?

¿Es Sade un autor filmable?

Las respuestas quedan para quienes sean capaces de soportar conocer los oscuros secretos del sexo y de como se le utiliza en esta cinta para analizar de astutamente la enorme diferencia que siempre ha existido entre el poder y la subyugación entre los pueblos. Sin duda Pasolini deja en esta película la huella de que es un genio, pero un genio al que debemos entender lo suficiente como para no olvidarnos que muchas veces existen límites que nisiquiera el séptimo arte es capaz de reconocer.

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